martes, 30 de octubre de 2007

Cuidar Guanajuato

Judith Amador Tello
Proceso

Guanajuato, Gto., 29 de octubre (apro).- Hace 19 años, esta ciudad, fundada a principios del siglo XVI, y sus minas adyacentes, fueron inscritas en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO.

Entonces, ya existía el Festival Internacional Cervantino que, del 3 al 21 de octubre pasado, celebró su trigésimo quinta edición, pero tal vez nunca como hoy la llamada “fiesta del espíritu” está afectando a la ciudad patrimonio.

El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) ofreció este año un paseo de “turismo cultural” titulado Los caminos de la Independencia, con dos fechas (del 7 al 11 y del 14 al 18 de octubre), para dar a conocer algunos de los lugares que fueron escenario de la gesta independentista.

Los recorridos incluyeron San Miguel de Allende --fundada en 1528 y que, junto con Atotonilco, ha sido postulada a la Lista del Patrimonio Mundial--, Dolores Hidalgo, llamada cuna de la Independencia, y Querétaro. El historiador Heriberto Ramírez Dueñas fue guía del paseo y los asistentes tuvieron oportunidad de ver algunas de las actividades del FIC.

Fue un recorrido que, si bien tiene fines turísticos, ofrece a los visitantes información sobre los monumentos culturales, entre ellos la casa donde nació Ignacio Allende, el Templo de San Diego, el Teatro Juárez, la Alhóndiga de Granaditas y el Museo Casa Diego Rivera.

El turismo que debe poner a pensar a las autoridades municipales y estatales de Guanajuato, es el de los miles de jóvenes que, durante los tres fines de semana del festival, invaden las calles. A nadie se le ocurriría pedir que se les impida el disfrute de los conciertos y presentaciones callejeras e, incluso, de las francachelas que se pegan por los callejones.

Pero las autoridades deben encontrar el modo de atraerlos a las actividades del FIC y a ese turismo de goce y disfrute de la ciudad patrimonio, sin que impidan además que, quienes quieren recorrer calles y monumentos, puedan hacerlo con libertad y sin que su paseo se convierta en un víacrucis.

Las autoridades deben ocuparse también de que toda la ciudad guanajuatense --toda ella considerada patrimonio de la humanidad-- luzca el título que ostenta en cada metro. Pues es evidente que la zona aledaña al Jardín Unión y el Teatro Juárez recibe los beneficios de la limpieza y el mantenimiento. Ahí, claro, donde están los restaurantes de moda.

En cambio, el área que rodea a la Alhóndiga, y no se diga al tradicional Mercado Hidalgo, denota que no siempre es visitada por los barrenderos y los camiones que lavan las calles. Así, a la batalla campal que el turista interesado en apreciar los monumentos debe enfrentar con las multitudes de jóvenes, se suma el evitar derrapar con los pisos cochambrosos, los restos de basura y los fuertes olores.

Aunque durante un tiempo se debatió sobre la pertinencia de colocar estatuas de El Quijote y Sancho Panza, pues mientras para algunos era incuestionable que Guanajuato es la “Capital Cervantina”, para otros la historia exigía más monumentos a Hidalgo o los próceres de la patria, antes que a los personajes de Miguel de Cervantes. Es un tema que ya no importa.

Lo que sí es imperdonable para muchos es que, frente a la casa del inmortal Charro Cantor, Jorge Negrete, se haya colocado una estatua que pretende ser su efigie, pero carente del porte que distinguió al intérprete de México lindo y querido y cuya voz contribuyó a la difusión de la obra musical del también hijo guanajuatense José Alfredo Jiménez. Vale la pena pensar en un verdadero monumento a quien es parte de los símbolos de esa cultura del Bajío bravío plasmada en la llamada época dorada del cine nacional.

Y se debe comentar también, con respecto del disfrute que esperan tener quienes acuden a visitar la ciudad patrimonio, es que los mismos organizadores del FIC impiden ese gozo. Pues no sólo llenan con sus pendones varios de los importantes monumentos, sino que ponen carpas, ya sea para espectáculos o información, que obstruyen la visibilidad de bellos espacios.

Es el caso de la Carpa de los Niños que pusieron en la zona conocida como Pastitos. Antaño, los espectáculos ahí eran al aire libre y generalmente por las noches. Ahora se les ocurrió hacerlos en las mañanas y tardes, pero en una gran carpa que no resultó lo mejor, por el calor y la incomodidad que debieron sufrir los asistentes.

Más imperdonable fue que en uno de los descansos de la escalinata de la Universidad de Guanajuato, colocada justo en el centro, otra carpa impidiera apreciar a cabalidad la bella fachada del edificio universitario.

Deben, pues, encontrarse los mecanismos para que el turismo en Guanajuato, durante y fuera del FIC, sea placentero y benéfico para todos.

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