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Francisco Vidargas
Hablar en estos días del estado en que se encuentra el patrimonio cultural de México en relación con el turismo nos lleva a dos opciones: el, por lo general, desmedido entusiasmo oficial y la, muchas veces, desalentadora experiencia de la sociedad civil, o bien la pasividad de de autoridades y la creciente participación de las comunidades.
Las frecuentes tensiones entre el turismo y el patrimonio cultural nos dan la pauta para una revisión más crítica y objetiva, tanto de las políticas culturales y turísticas como de las zonas turístico-culturales, su conservación y, en diversos casos, desaparición o alteración, pero sobre todo nos revelan el abismo muchas veces prevaleciente, en mayor o menor medida, entre el patrimonio cultural, el turismo, la sociedad civil y el poder.
Diversas voces han advertido años atrás sobre el riesgo que corre el patrimonio cultural ante el fuerte estímulo que se le está dando a la inversión privada nacional y extranjera. Como se sabe, en algunos estados de la República gran variedad de capitales privados son dirigidos hacia proyectos que involucran zonas monumentales con proyectos turísticos que poco respetan a los bienes inmuebles, con “adecuaciones” que más bien son alteraciones o, en el peor de los casos, destrucciones premeditadas.
Esta dificultad entre las decisiones institucionales y la protección del patrimonio cultural no siempre está avalada por el concenso social. Baste observar –apunta Sergio Raúl Arroyo, ex director general del INAH- “los sitios arqueológicos en propiedad privada, la creciente actividad comercial en inmuebles históricos... y, por supuesto, la experiencia concreta de la tradición indígena a través de fiestas.”
Todas estas facilidades otorgadas a grupos empresariales de bienes raíces, con el fin de promover estrategias de desarrollo económico, urbano y turístico en zonas patrimoniales, puede traer –de no ser correctamente planeadas- consecuencias nocivas en lo social y cultural, como ha sucedido en diversas zonas de los Estados Unidos con el modelo de desarrollo urbano implementado.
Al respecto, conservadores europeos y estadounidenses como Peter I. Fowler han alertado sobre los riesgos inminentes que la “industria del patrimonio” ha engendrado como los grupos de presión política con “puntos de vista influyente que obedece a consideraciones de orden comercial, una industria de servicios degradante, de imágenes superficiales y ostentosas del pasado, la explotación y mercantilización del patrimonio y, y lo que tal vez sea lo peor de todo, el rechazo a dejar de acceder como corresponde a su pasado legítimo a una sociedad cuya curiosidad misma desencadenó la valoración de su patrimonio”.
También los expertos franceses, país vanguarida en la explotación turística de su patrimonio cultural, se cuestionan ahora el peligro que representa para la herencia patrimonial el “explotar los monumentos por todos los medios, a fin de multiplicar indefinidamente a los visitantes”.
En México sin duda alguna los esfuerzos de las instituciones federales (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes a través de los institutos nacionales de Antropología e Historia y de Bellas Artes, además de las secretarías de Desarrollo Urbano y Turismo) por salvaguardar y dar a conocer mundialmente el patrimonio cultural mexicano, ha contribuido ampliamente para que la desaparición no sea mayor, pero una efectiva conservación, protección y promoción cultural y turística rebasa con mucho las capacidades reales de acción.
Por ello, con una mayor participación democrática de la sociedad civil se podría contribuir a la realización de mejores y más objetivas políticas de preservación y disfrute turístico de nuestra herencia cultural tangible e intangible.
El informe Nuestra diversidad creativa, presentado en 1996 por la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), abordó entre otros temas el del “patrimonio cultural al servicio del desarrollo”, donde se analizan desde la desaparición de las lenguas tradicionales hasta el establecimiento de la producción artesanal, pasando por el registro de los acervos documentales y el rol actual de los museos.
Un apartado interesante para el tema que nos compete es el referente a las “lagunas en la formación y en las bases institucionales”. Al respecto, el documento señala la urgencia de nuevas acciones para revalorar la relación que mantienen las sociedades con su patrimonio cultural. Considera que, para encontrarle un mejor entorno al medio histórico construido dentro de la dinámica ecológica actual, se requiere “la creación de grupos de presión política y de una opinión pública” que vean compensados sus esfuerzos con nuevas legislaciones.
Hasta ahora –sostiene el texto- la alianza entre las oportunidades económicas y los sistemas que la conservación patrimonial representa, no ha sido del todo fructífera, principalmente en los países subdesarrollados. Por ello la conservación sólo podrá tener éxito si son tomadas en cuenta la relaciones entre el entorno construido y factores como la calidad de la infraestructura urbana, el crecimiento y densidad poblacional, la atención de la salud y la desigualdad social. Asimismo, es prioritario que el patrimonio monumental no sea convertido en mercadería turística, “proceso en el que se degrada y empobrece”, sino al contrario, que se establezca una relación de mutuo apoyo.
Los gobiernos federal, estatales y municipales, las autoridades de turismo y cultural, la iniciativa privada y la sociedad civil deben repensar permanentemente el papel del turismo y la cultura, sobre todo de la cultura como antecedente fundamental y detonador del turismo. Asimismo se deberá llevar a cabo un estudio específico sobre patrimonio cultural y turismo, que formule toda una serie de propuestas –como sucedió en Francia con la comisión que elaboró el estudio Mission Patrimoine 2000, por encargo del Ministerio de Cultura- a fin de lograr una mejor asociación entre el patrimonio cultural, el turismo y el desarrollo urbano y social, que incluya propuestas, tanto en materia turística y cultural, a través de una visión económica responsable y de vanguardia.
Como lo señaló años atrás Celso Furtado, ex ministro de Cultura de Brasil, cada individuo y cada nación deben tener una vida digna “sin perder su identidad, su sentido de pertenencia a su comunidad, ni renegar de su patrimonio”.
Bibliografía:
Sergio Raúl Arroyo, “La naturaleza temporal e ideológica del patrimonio” en Rosa Martha Jasso (coordinadora), Cultura y desarrollo: una visión plural, México, Instituto de Cultura de la Ciudad de México-Gobierno del Distrito Federal, 2000.
Francois Choay, L´allégorie du patrimoine, Paris, Seuil, 1992.
Peter I. Fowler, The Past in Contemporary Society, London, Routledge, 1992.
---, Industrias culturales y desarrollo sustentable, México, OEI-Conaculta-SRE, 2005.
José Hernández Ballart, Jordi Tresguerras, El patrimonio y el turismo, Barcelona, Ariel, 2001.
Claude Mollard, Le 5e. pouvoir. La culture et l´État de Malraux à Lang, Paris, Armand Colin, 1999.
Javier Pérez de Cuéllar (et. al.), Nuestra Diversidad Creativa, informe de la Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo, México, Ediciones UNESCO, 1996.
Francisco Vidargas, Frontera de lo irremediable, el patrimonio cultural en circunstancia, México, Textos Dispersos Ediciones, 1994.
Francisco Vidargas (editor), La sociedad civil frente al patrimonio cultural, México, IIE-UNAM, 1997.
-----Vínculos del Patrimonio Cultural, números 2 al 20, México, Conaculta, 2002-2005.
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(Inédito. Una primera versión fue publicada en Vínculos del patrimonio cultural No. 9, México, Conaculta, 2004).
sábado, 20 de enero de 2007
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