lunes, 22 de septiembre de 2008
Y nos cambió la vida
Índice Político
Francisco Rodríguez
Correo
Lunes, 22 de Septiembre de 2008
He sabido ya de la cancelación del festejo de una boda en Querétaro, "por cuestiones de seguridad". De la parroquia donde se celebrarán los esponsales, los recién casados partirán inmediatamente a su "luna de miel", avisan atentos mis amigos los padres de la futura esposa.
También conozco varios casos de aquellos que acostumbraban pasar sus fines de semana en las proximidades de Cuernavaca o Cuautla y, por los mismos temores, no lo hacen ya.
Muy a tiempo, este escribidor pospuso un viaje finsemanero del DF a San Miguel de Allende, aún antes de enterarse de la "guanajuatización" del crimen organizado el viernes anterior: Hay retenes en las carreteras. Y lo peor es que nadie sabe ya si son montados por el Ejército o por delincuentes que portan los mismos, idénticos uniformes.
Salir a almorzar la mañana del domingo a los bosques de La Marquesa, en el Estado de México, cual acto de consolación, es ya impensable. Sería muy posible encontrarse con un cadáver "sembrado" por los delincuentes, dizque para escarmiento de sus rivales o de los policías que los han traicionado o de los políticos que no ha mucho les brindaban protección y, ya con los bolsillos bien cargados, ahora se las regatean. Sabrá Dios.
¿Ya no vamos a salir de nuestros domicilios? De por sí muchos ya no lo hacíamos por las noches. ¿Ahora tampoco en el día?
Y no. No nada más sucede en el Altiplano o en el Bajío. Esto ya ocurre en todos los rincones, pero también en las plazas abiertas, de la geografía nacional.
Sólo observar las primeras planas de los diarios estremece. El Ejército ya patrulla Tlalnepantla, un municipio "pegadito" al Distrito Federal. Hay imágenes de rondines policíacos y militares en prácticamente todas las ciudades importantes de la República. Y aún así, con tan ostensible presencia, los rebeldes no son disuadidos. Peor aún: retan a los estrategas gubernamentales y, cual la vecina sale al patio a tender los calzones del marido, colocan "narcomantas" en puntos estratégicos, los más concurridos. ¿Entonces para qué sirven esos "piquetes" a los que abandera la burlada frase "Estado de Derecho"?
La relación de caídos en el fragor de esta guerrilla va en aumento. De dos en dos, primero. Por docenas, ahora. Lo mismo del lado de los insurrectos que de "los guardianes del orden", dicen ellos.
Conocer las "ideotas" –sacar los helicópteros… bombardeos quirúrgicos-- de quienes creen estar en el poder, incrementa las ganas de huir de aquí, como ya lo hacen quienes no tienen abuela y se carcajeaban con aquello de que los niños ansiaban en el 2006 el triunfo de AMLO, porque sus papás se los llevarían a vivir a Austin, a Miami o San Antonio. ¿Qué pasó? ¿Ganó?
Ver la televisión abierta provoca arcadas. La spot-manía se atora en la garganta, cuando se escucha que están trabajando para nosotros o que ya hay más seguridad o que es para que vivamos mejor o que… bla bla bla.
En un par de años apenas, a todos los mexicanos nos han cambiado la vida. Lo peor es que nada indica que ni en el largo plazo podremos recuperar lo que antes era nuestra sana convivencia.
Síntomas de "la bola", diría mi abuela María.
Francisco Rodríguez
Correo
Lunes, 22 de Septiembre de 2008
He sabido ya de la cancelación del festejo de una boda en Querétaro, "por cuestiones de seguridad". De la parroquia donde se celebrarán los esponsales, los recién casados partirán inmediatamente a su "luna de miel", avisan atentos mis amigos los padres de la futura esposa.
También conozco varios casos de aquellos que acostumbraban pasar sus fines de semana en las proximidades de Cuernavaca o Cuautla y, por los mismos temores, no lo hacen ya.
Muy a tiempo, este escribidor pospuso un viaje finsemanero del DF a San Miguel de Allende, aún antes de enterarse de la "guanajuatización" del crimen organizado el viernes anterior: Hay retenes en las carreteras. Y lo peor es que nadie sabe ya si son montados por el Ejército o por delincuentes que portan los mismos, idénticos uniformes.
Salir a almorzar la mañana del domingo a los bosques de La Marquesa, en el Estado de México, cual acto de consolación, es ya impensable. Sería muy posible encontrarse con un cadáver "sembrado" por los delincuentes, dizque para escarmiento de sus rivales o de los policías que los han traicionado o de los políticos que no ha mucho les brindaban protección y, ya con los bolsillos bien cargados, ahora se las regatean. Sabrá Dios.
¿Ya no vamos a salir de nuestros domicilios? De por sí muchos ya no lo hacíamos por las noches. ¿Ahora tampoco en el día?
Y no. No nada más sucede en el Altiplano o en el Bajío. Esto ya ocurre en todos los rincones, pero también en las plazas abiertas, de la geografía nacional.
Sólo observar las primeras planas de los diarios estremece. El Ejército ya patrulla Tlalnepantla, un municipio "pegadito" al Distrito Federal. Hay imágenes de rondines policíacos y militares en prácticamente todas las ciudades importantes de la República. Y aún así, con tan ostensible presencia, los rebeldes no son disuadidos. Peor aún: retan a los estrategas gubernamentales y, cual la vecina sale al patio a tender los calzones del marido, colocan "narcomantas" en puntos estratégicos, los más concurridos. ¿Entonces para qué sirven esos "piquetes" a los que abandera la burlada frase "Estado de Derecho"?
La relación de caídos en el fragor de esta guerrilla va en aumento. De dos en dos, primero. Por docenas, ahora. Lo mismo del lado de los insurrectos que de "los guardianes del orden", dicen ellos.
Conocer las "ideotas" –sacar los helicópteros… bombardeos quirúrgicos-- de quienes creen estar en el poder, incrementa las ganas de huir de aquí, como ya lo hacen quienes no tienen abuela y se carcajeaban con aquello de que los niños ansiaban en el 2006 el triunfo de AMLO, porque sus papás se los llevarían a vivir a Austin, a Miami o San Antonio. ¿Qué pasó? ¿Ganó?
Ver la televisión abierta provoca arcadas. La spot-manía se atora en la garganta, cuando se escucha que están trabajando para nosotros o que ya hay más seguridad o que es para que vivamos mejor o que… bla bla bla.
En un par de años apenas, a todos los mexicanos nos han cambiado la vida. Lo peor es que nada indica que ni en el largo plazo podremos recuperar lo que antes era nuestra sana convivencia.
Síntomas de "la bola", diría mi abuela María.
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