La tarea del gobierno municipal no puede desligarse de la opinión de los vecinos
En este mes en el que se cumplen treinta años de la celebración de las primeras elecciones democráticas, después del escabroso camino recorrido, lleno de sufrimientos y dolor, por los que hemos sido sometidos por combatir ferozmente las desigualdades y la falta de libertades, haciendo frente a las consecuencias de la represión franquista, creo que es el momento de hacer algunas reflexiones que puedan ayudar a las nuevas generaciones que han nacido y vivido en democracia y que, por lo tanto, desempeñan hoy cargos institucionales, a conocer los últimos años que desgraciadamente los gobiernos que rigieron los destinos de este país en democracia no pusieron o no quisieron poner el interés necesario para que la juventud tuviera unos mínimos conocimientos del coste político, social y humano que conllevó, principalmente a la clase trabajadora, el lograr las libertades democráticas.
Hay muchas personas que tienen la sensación de que éstas fluyeron como el maná. Craso error; así nos van las cosas. Las consecuencias de la crisis que estamos sufriendo deberían de ayudarnos a abrir los ojos, a relanzar valores como la igualdad, la justicia y la solidaridad; sin éstos nos sería posible implantar un modelo progresista en nuestra sociedad actual.
Esos cargos públicos no tienen en cuenta estos principios, se creen unos superdotados, unos divos, y los únicos que pueden dar alternativas sin contar con la opinión de otros sectores sociales que sí pueden ayudar a reforzar esos principios y que sí están comprometidos a cooperar y arrimar el hombro con el fin de mejorar la calidad de vida de la ciudadanía, sabiendo que éste es un problema de todos y todos están en disposición de aportar ideas y propuestas con un objetivo claro que es avanzar en el desarrollo de la democracia y la participación ciudadana por ser los verdaderamente afectados por las medidas que una minoría nos quiere imponer en bien de sus intereses que no son los nuestros.
En los cargos políticos descansa la representación popular, eso no se puede poner en duda; pero lo que sí se cuestiona, y con mucha frecuencia, son las formas de ejercer esa función, el descrédito en el que cae una parte importante de los mismos y la apatía que provocan en el ciudadano que conlleva un aumento de la abstención en los períodos electorales. O se corrige esta tendencia o la democracia se debilita y se corre el riesgo de abonar el campo a los grupos ultras y antisistema.
Todo esto tiene una relación con lo que el movimiento vecinal de Langreo, a través de su Federación, vienen soportando estos años de la Corporación municipal. Las asociaciones de vecinos, con una trayectoria de cuarenta años, han ido adquiriendo una importante dimensión al ser un instrumento de canalización de los problemas que se cristalizan en la creación de una asociación, de un movimiento de agrupación vecinal en los barrios y pueblos, y han tenido una atracción para una ciudadanía que siempre ha tratado de unirse para defender sus aspiraciones colectivas urbanas u organizar actividades recreativas y deportivas.
La tarea del gobierno municipal no puede desconectarse de la opinión de los vecinos, tiene que mantener una estrecha colaboración con las entidades ciudadanas, acoger con interés las propuestas de solución a los problemas cotidianos o las reivindicaciones puntuales, exigiendo nuestro espacio de participación ciudadana, para que de una vez por todas consigamos una democracia participativa donde se nos respeten nuestros derechos constitucionales. El modelo actual de trabajo de los partidos políticos, basado en la defensa a ultranza de sus planteamientos y del ataque a cualquiera que no comulgue con ellos, no es el más adecuado para estos tiempos de democracia avanzada. Por ello recurrir a la palabra participación ciudadana, promover los reglamentos de participación o apoyar las reivindicaciones del movimiento vecinal cada cuatro años no debe quedarse en una mera declaración electoral sino que debe aplicarse a la vida diaria de la ciudadanía.
En Langreo, después de diez años tratando de conseguir el Reglamento de Participación Ciudadana, de reuniones interminables con los partidos políticos, con sus grupos municipales, de acuerdos tomados en pleno por unanimidad, como el del 24 de noviembre de 2005 en el que se acuerda su composición (dos por cada grupo político y dos por la Federación), no fue posible ponerlo en práctica por el empecinamiento de la Sra. Alcaldesa. Incluso en el Pleno de enero de este año, se vuelve a acordar que en el plazo de un mes se adoptarán las medidas necesarias para su funcionamiento. Cual sería nuestra sorpresa que en el Pleno de febrero se revoca el acuerdo anterior con una intencionalidad clara: excluirnos de la comisión con los votos a a favor de todos los miembros, salvo el del concejal Gustavo Álvarez; esto supone un importante retroceso y un recorte en nuestros derechos.
El 11 de febrero se registra en el Ayuntamiento una moción, en el marco de la campaña puesta en marcha por la Confederación Estatal de Asociaciones de Vecinos, proponiendo al Pleno que se manifieste a favor y que la asumiera como propia (al ser la Administración mas cercana al ciudadano/a) para dirigirse al Ministerio de Industria solicitando la instauración de un modelo eléctrico más digno para la futuras generaciones, sin abusos por parte de los grandes grupos eléctricos, que evite el despilfarro y aplique progresividad en las tarifas, un modelo transparente y consensuado con la ciudadanía. La Sra. Alcaldesa vuelve a dar carpetazo y no lo incluye en el orden del día; sin embargo, otros ayuntamientos próximos lo aprobaron por unanimidad.
Ahora cuando la defensa de los servicios públicos debe ser una máxima para el movimiento y la ciudadanía, porque éstos no son los culpables de la crisis sino los grandes espectadores, se toman decisiones como la privatización del agua y la instalación de la zona azul, ignorando las 10.000 firmas recogidas por los vecinos de Langreo, y afectando de forma sensible a los bolsillos de la gente en un momento de plena recesión. Estas son las formas de gobernar de esta Corporación que recuerdan a las de otras épocas.
O se abren puertas y ventanas y se recupera el consenso y la participación y se establece de nuevo el diálogo con la ciudadanía como se hizo en la primera legislatura democrática o de lo contrario habrá que plantearse, como decían algunos de los carteles en esa primera legislatura, expulsar a los caciques del Ayuntamiento.
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