Por: Héctor Marcos Giacomán,
Domingo, 18 de Febrero de 2007
El Porvenir
Las ciudades exhiben en si los hechos, desarrollo o decadencia del pueblo que la hace y la deshace.
En mala hora se destruye la obra histórica y artística, el patrimonio arquitectónico, urbanístico, artístico, cultural y natural en Santiago Nuevo León y en muchos de los municipios de la entidad, poniendo la muestra allende del tiempo, la propia capital industrial de la nación, el mismísimo Monterrey.
Si señor, La Sultana del Norte puso la muestra destruyendo su patrimonio fundamental del Gran Centro Metropolitano, ha de esto, 25 años.
Unos lo recordamos, otros solo lo saben, pero debe quedar para la historia el calibre y el sentido real del hecho, amén de cualquier otro sentido diferente, político o económico que se le confiera al hecho de devastar la traza urbana y edificaciones de cuantiosa valía, en donde ahora se ubica la todavía no bien lograda, “macro plaza”.
La cual, por más obra y declaraciones que se le eche encima, no se le observa señal alguna de que se logre bien a bien, algún día por venir.
Bien se dice que la ciudad es el testigo incorruptible de la historia, a la cual no existe forma de sobornarle, pero si, a quien le connote o connotare distinto discurso y juicio al hecho.
En la misma medida que la urbe es incorruptible, también es atacada, porque no acepta sobornos.
Las ciudades exhiben en si los hechos, desarrollo o decadencia del pueblo que la hace y la deshace.
Nada oculta, nada más traslúcida que ésta, en sus calles, edificios, parques, atmósfera, suelo, plantas, árboles, escurrimientos, cauces, canchas, monumentos, nomenclatura, esculturas, anuncios, graffiti, camiones, taxis, invasiones, devociones, accidentes, delincuencia común, de cuello blanco; tesón, pujanza, creatividad, productividad, desempleo, metro, inundaciones, deslaves, baches, contaminación, depredación, corrupción, impunidad, violencia laboral, intrafamiliar, profesional, urbana; ineptitud, prepotencia, distorsiones, falsedades, todo.
Es por eso que los líderes, caudillos, gobernantes, casi sin fallar, quieren intervenir en ella, para trascender, y con ellos la ciudad, indudablemente.
Muchas de las veces sin importar a donde la conduzcan, al caos o al orden, al orden para la ciudad, no al orden subjetivo del gobernante en turno.
Grande fue mi sorpresa ante la noticia de la obra que pretende realizar el alcalde de Santiago, Nuevo León, en el municipio “mágico” de paisajes, imagen urbana y edificaciones con valor patrimonial.
El asombro que nos ha causado es principalmente por lo inesperado de semejante atraco a la cultura y a la historia local.
Resulta que Rafael Paz, alcalde en este momento de tan privilegiado municipio, construirá un centro comercial y vialidad por debajo del centro histórico de esta preciada urbe.
Eso es de acuerdo a lo que conocemos mediante las notas de prensa: “Pretenden destruir al “pueblo mágico”, publicada en el periódico El Porvenir del siete de febrero pasado.
El moderno proyecto ya se aprobó por el cabildo el 26 de enero de 2007, pasándose por alto la Ley Federal Sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas, Artísticos e Históricos, la Ley del Patrimonio Cultural del Estado de Nuevo León, La Ley General de Asentamientos Humanos, la Ley de Ordenamiento Territorial de los Asentamientos Humanos y de Desarrollo Urbano del Estado de Nuevo León; tampoco hay noticia que haya tomado encuesta a los habitantes y propietarios de algún bien inmueble, artístico, histórico o cultural.
Igualmente se omiten los valores tradicionales de la localidad y el medio ambiente social.
Y así es como llegan al poder y siguen, mientras generen pequeños intereses.
Ignorancia de los funcionarios, es parte de lo que demuestran realizando estas y otras acciones de resultados deplorables.
Es indispensable que los partidos postulen gente preparada en los diversos temas de la función pública a desempeñar, con madurez de criterio.
Los intereses de los funcionarios actúan de manera estructural y contundente al decidir sobre situaciones del interés de la gente.
No solo la ignorancia o el carácter llevan a los servidores públicos a rebasar su responsabilidad pública.
En 1952 se concluyo la canalización del río Santa Catarina, a dos años de haber sido emprendida por el entonces gobernador de la entidad, Ignacio Morones Prieto, político con doctorado en la Sorbona de Paris, una de las universidades de mayor prestigio en el mundo.
En la obra se “rectificó” el trazo y se canalizo el agua que viene de la Huasteca.
En esta obra de gran envergadura entonces, se “rescataron” del río, 850 mil metros cuadrados de terreno, de los cuales 110 mil tuvieron como destino jardines, que me gustaría verlos, 420 se aplicaron para avenidas y calles, de lo cual se tiene que comparar con las demarcaciones en original y la vialidad actual, ya que se le ha agregado del río más, y a ver la suma cuanto da, para poder saber dónde quedó la bolita.
Finalmente, 320 mil se vendieron a particulares.
La década de los cincuenta cambia todo el panorama urbano no solo para Monterrey, sino para su extensión a otros municipios, los que integran ahora a esta zona conurbada del área metropolitana.
No por el río únicamente, ya que a partir de entonces inicia la explosión demográfica en ésta urbe, cuyas causas son diferentes a la reconformación del cauce del río.
Esta reforma no abrió ninguna herida, secó una vertiente que se perdió para siempre como tal, aunque haya pretendido retomar su lugar con el huracán Gilberto, pero la volvieron a someter.
Ahora es un par de vías principales que deslindan la ciudad en dos, con sus puentes, pero no pasa de ser eso, un par de vías, no un sistema vial, de lo que está muy lejos.
No obstante, con todo y eso, lo de estas dos vías paralela y vertientes muy complicadas, habrán de decorarla con una serie de esculturas, cuando la estética plástica del paisaje la deberían de ofrecer los edificios que se distribuyen a lo largo de estas dos calles a la par del entorno.
Ese patrimonio natural que habría sido el río Santa Catarina, progresivamente se reduce, de hecho, en su travesía por Monterrey, solo queda el canal construido como producto de la experiencia trágica que dejó el huracán referido.
Ahora solo es asfalto y obras, los residuos que restan de terreno al centro de la urbe es posible que los ocupen con más vialidad.
La urbanización en sus orillas ha generado progresivamente presión hacia el cauce, en vez de que éste se extendiera su superficie libre hacia el área urbanizada integrando el paisaje, con esto garantizar el patrimonio natural de la ciudad, que en éste lugar, ya terminó.
No ha bastado la presión de la urbanización hacia el río, sino que, desde este se desplanta diversidad de obras, sellando cada vez más el suelo y obstruyendo la visual.
Las obras plásticas solo tienen valor a partir de los puntos de los que se las pueda observar.
Parece inverosímil que todo se realice sobre el mismo terreno, lo vemos en todas partes de la ciudad, como si el estado de Nuevo León se delimitara en el perímetro de la metrópoli.
El del patrimonio urbanístico es un tema inagotable en este tipo de ejemplos, más que uso, ha resultado un abuso de éste.
Es de sentido común, aprovechar y proteger los recursos patrimoniales, no sobre explotarlos, es necesario acotar esta tendencia, antes de que sea más irremisible, menos sustentable.
Muchos temas se quedan en el tintero del patrimonio de la ciudad, del estado, de sus localidades, sobretodo de la gente, no solo de ahora, sino del futuro.
Yo estoy a favor del arte urbano, de una imagen urbana ordenada y bella, de un paisaje limpio y estético, pero lo que se está haciendo en los sitios mencionados, nada tiene que ver con esos tres conceptos.
El resultado de acciones que desintegran el patrimonio histórico, artístico y natural se ve ya en la ciudad, nada de estética urbana, ni espacio histórico culto.
domingo, 18 de febrero de 2007
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