viernes, 23 de mayo de 2008

Ley Protectora de la Ciudad de La Antigua Guatemala

Exposición de Motivos

La Antigua Guatemala constituye un conjunto monumental de inmenso valor para el patrimonio nacional. Tiene en realidad tal rango que podemos asegurar que su conservación es primordial, no sólo para Guatemala sino para América, y, en un sentido más amplio, pero no por ello menos cierto, para la cultura universal. Así lo entendió la VIII Asamblea General del Instituto Panamericano de Geografía e Historia al declararla Ciudad Monumento de América en Julio de 1965. Indudablemente cabe a Guatemala una gran responsabilidad en preservar a Antigua, por lo que ella implica ante la opinión exterior y ante las generaciones nacionales venideras que, a no dudarlo, serán más celosas de la protección de la Ciudad de La Antigua Guatemala que lo que puedan serlo las personas más exigentes de las generaciones actuales.

En el período actual hubo otras poblaciones tan importantes como Santiago de Guatemala: Lima, Quito, Potosí, Puebla y México, son algunos ejemplos. Sin embargo, tales ciudades debieron continuar su transformación en los siglos pasado y actual, de modo que su fisonomía colonial se ha perdido casi totalmente. El asfalto, los rascacielos, los anuncios de todo tipo, el tránsito incesante de vehículos, las han modificado substancialmente.

En cambio, en la Antigua Guatemala no ha sucedido así:
Los terremotos de julio de 1773 destruyeron la Ciudad y obligaron a su traslación al valle de La Ermita. Paradójicamente, esa destrucción salvó el conjunto monumental barroco de la Antigua Guatemala para la posteridad. La Ciudad volvió a poblarse pero muy lentamente y sin perder su aspecto tradicional: sus calles se conservan empedradas; las casas de habitación no variaron en su apariencia exterior e interior; la teja prevaleció como material de techamiento y, por encima de todo, las edificaciones más importantes se conservaron en su estado de ruina, bellamente acrecentadas en su valor estético por la pátina del tiempo.

Esencial comprender y ver a la Antigua Guatemala como una gran unidad histórica y artística en la que se conjuga su maravilloso paisaje natural – volcanes y montañas llenas de verdor que enmarcan la ciudad – con los pueblos aledaños que tienen clara estirpe artística antigüeña y la propia Antigua Guatemala con su ambiente cultural y su clima magnífico.
En este ambiente cultural lo único que permanece del siglo XVI es la traza de la Ciudad, hecha con un sentido urbanístico renacentista. Aún de la primera mitad del siglo siguiente casi nada queda; de modo que apenas subsisten ejemplos de las diversas modalidades renacentistas y del manierismo. Así, lo que constituye el rasgo típico de su arquitectura es el estilo barroco, iniciado en la segunda mitad del siglo XVII y a todo lo largo del siglo XVIII hasta los terremotos de 1773. Algunas de las principales características del barroco antigüeño son las siguientes: uso de estuco decorativo para exteriores e interiores; torres, campanarios, bajas; fachadas tipo retablo con tímpano rehundido; aspecto masivo de las construcciones; uso abundante de fuentes ornamentales en plazas públicas, conventos y casas de habitación; iglesias de planta cuadrangular; entre las más señaladas características.

Es interesante puntualizar que a partir de los terremotos de 1717, inicia en Guatemala la modalidad barroco-estípite con la presencia de pilastras abalaustradas tornadas del tratadista Sebastián Serlio, así como otras pilastras y diversos elementos manieristas, además de los propios del periodo citadino (Ver fotografía de la fachada del Convento de Santa Clara).

La mención de movimientos sísmicos como fechas para cambios en la historia de la arquitectura colonial nos lleva a señalara hasta qué punto éstos tuvieron importancia y están entreverados con la historia de Guatemala. Especialmente en el siglo XVIII cuando tienen lugar los terrenos de 1717, 1751 y 1773 que obligaron al abandono del Valle de Panchoy. En realidad, entre 1717 y 1773 cuando se desarrolló el máximo florecimiento de la arquitectura colonial. Junto a las plazas, a las calles empedradas y a las casas de habitación se yergue la majestuosidad de las ruinas que prevalecen en medio de una rara y extraordinaria mezcla de quietud y vida activa.

La finalidad última que debe buscarse para cumplir con el conjunto monumental de la Antigua Guatemala es la puesta en valor del mismo. Con ello queremos decir que es necesario presentar adecuadamente el conjunto urbanístico y los principales elementos que estén en uso, como el Palacio del Ayuntamiento y el Palacio de los Capitanes Generales, o no lo estén, como los monumentos en ruinas. También implica lo anterior la conservación del paisaje natural que rodea la ciudad, o sea que se requiere que las montañas que circundan en Valle de Panchoy permanezcan sin ser transformadas para no restarle belleza a este marco natural de la urbe de Santiago de Guatemala.

La puesta en valor implica, así mismo quitar lo que sobra cuando son adiciones arquitectónicas indeseables, evitar las construcciones de edificaciones de dos pisos, retirar los techos de lámina de zinc que tanto afean a la ciudad vista desde alto, así como las puertas metálicas, los acabados de pared de tipo no tradicional y, sobre todo el falseamiento por medio de esa ya mencionada disfrazada arquitectura colonial. Tales los casos de los aleros de teja falsos, el cemento martelinado, para darle apariencia de piedra, la forja de hierro con modelos ornamentales neocoloniales en los lugares que eviten el precio de los volúmenes y masas arquitectónicas de los monumentos y la colocación de un tipo de alumbrado discreto que no distraiga la atención. Igualmente, se requiere lo que ha sido llamada vitalización del conjunto urbanístico que consiste en darle este impulso necesario para una vida económica favorable, mediante la creación de museos, bibliotecas y salas de lectura, reencausamiento de las actividades de las artesanías tradicionales. En fin, toda posibilidad que implique darle medios de ingreso a la comunidad, a la vez que se le da prestancia al conjunto monumental.

Igualmente, debe ocupar la ciudad de la conservación la arquitectura de carácter tradicional realizada en el siglo pasado y que, aunque no colonial, contribuye a dar el sello particular que posee la Antigua Guatemala, especialmente en casos de habitación.
Igual cosa sucede si se transforma el aspecto de calles, asfaltándolas; colocando anuncios de toda clase; láminas de zinc o similares, variando la lógica y elegancia de proporción de vanos en la arquitectura colonial y tradicional de La Antigua Guatemala. Peor aún cuando se procede a la destrucción total, como lo hemos visto con profundo pesar, el utilizarse muros antiguos para extraer salitre o materiales de construcción, así como el desaparecimiento de las pequeñas, peculiares y magníficas fuentes ornamentales llamadas popularmente búcaros, que sirven como muestras para notar la incuria y necesidad de detener esa despiadada destrucción.

Naturalmente, estamos concientes de las necesidades de la vida de una población moderna, incluso con posibilidades de industrialización, pero estamos convencidos de que es posible compaginar esas necesidades con la no menos importante de salvar el patrimonio inmenso que es La Antigua Guatemala para la cultura nacional y universal y que promoverá, mediante la puesta en valor, fuentes de ingreso para la población de La Antigua Guatemala, gracias al turismo. Por otra parte, algún sacrificio requiere para los vecinos de tan hermosa urbe el privilegio de habitar en la Ciudad Monumento de América.

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