María Teresa Priego
“La noche al fin/ Se vuelve transparencia deseante”. José Emilio Pacheco
Deseo y derecho de transparencia. De legalidad. De justicia. De educación. De salud. De bienestar. “¿Qué hago sin mi hijo? ¿Qué hago con todo este amor?", expresaron los padres de los 48 niños muertos por corrupción, abuso, y negligencia en la guardería ABC de Hermosillo. Los reporteros escriben que antes y después, durante la manifestación, sólo se escuchaba un silencio inmenso y el compás de un tambor ritual que marca el duelo. Hace un mes, el último de los insoportables. En un país herido de insoportables. Ya es de noche. De nuevo la tormenta sobre la ciudad. Tras un domingo de votaciones. Me cuesta evitar el tema de la elección. ¿Por qué lo evitaría? Porque creo que es ya una función muy bien cumplida en otros espacios, trabajados por personas especializadas en análisis políticos, y que nuestro trabajo hasta ahora en el tranvía, ha sido otro. Digamos, más intimista. Pero hay momentos en los que ¿cómo separar lo privado de lo público?
Hoy que el granizo azota las ventanas, y miraba las fotos de los niños en las pancartas. Sus nombres. No puedo dejar de pensar en ese país que queremos. Que soñamos. En esos bebés y niños arrebatados al más elemental de todos los derechos: sus vidas. Su integridad. Hubiera sido tan increíblemente fácil protegerlos. Cumplir las medidas de seguridad. Responder a la confianza de los padres que dejaban a sus hijos por las mañanas, convencidos de acceder a un espacio de cuidado y certidumbre. ¿Y si fuera un hijo mío? Perseguiría hasta el último de los culpables, hasta el último de mis días, si fuera necesario. Por esa realidad tan clara y tan exacta: ¿Y si fuera un hijo mío? no podemos permitir que el paso del tiempo, silencie las demandas, y empañe la memoria.
Los responsables de la guardería, no pensaron en los bebés. ¿Por unos pesos? No importa cuántas montañas de billetes se acumularan cada mes. Arriesgar vidas humanas, ¿Por unos pesos? En este caso, un gobernador que viene del PRI y su parentela. ¿Y el resto de las instituciones que participaron? ¿El Instituto mexicano del Seguro Social? ¿Cuál es la responsabilidad del gobierno federal? Los muchachos muertos en el News Divine, se divertían en territorio perredista. Sin salidas de emergencia. No es un partido o el otro. Es un sistema entero que padece gangrena. Son funcionarios públicos de los más distintos bandos y niveles, dispuestos a cerrar los ojos. A venderse. A malbaratar los derechos de los ciudadanos a cambio de cochupos, cotos de poder, de grandezas imaginarias.
“Poderoso caballero es Don Dinero”. Y todo lo que implica el poder en manos de personalidades irresponsables, cínicas, narcisistas y ávidas: la fantasía de no tener límites, el sentimiento inflado del yo, la sensación de superioridad que convierte a los otros en seres prescindibles. Sacrificables. Otorgarse el derecho a mentir y a negociar debajo de la cama, porque el “interés supremo de la Nación” lo justifica, y cada uno de ellos representa el porta voz ideal de ese “interés supremo”.
Ayer votamos. A como hayamos votado cada uno. ¿Y qué sigue? El PRI vuelve a ser la primera fuerza política del país, y su presidenta declara: “Logramos que la afición nos volviera a dar chance, lo que importa es la afición que no hay que defraudarla”, supongo que quiso ser una broma lúdico-afectuosa. Suena de lo más extraña esa analogía entre “la afición”, y la ciudadanía. La “afición” está desesperada. La “Afición” está harta. La “afición” exige justicia y que se finquen responsabilidades a todos los niveles en Hermosillo. No hay mascotas ni porra. Hay una suma de voto duro, precariedad condicionada, y ciudadanos deseosos de castigar al PAN.
La cúpula Panista se congregó en reuniones de emergencia, que terminaron defenestrando a su presidente Nacional, quien “dignamente”, casi juró que se iba de su propio pie, de un espacio, al que inexplicablemente había llegado. El PRD perdió fuerza considerablemente, puñaladas traperas entre ellos. El “caso de Juanito”, se ha convertido en toda una metáfora de su desacuerdo y su descomposición interna. El Partido Socialdemócrata –arrebatado a sus fundadoras/es- perdió su registro. Más hubiera valido en su momento, sumar que restar. Su presidente (justo antes del Réquiem) hizo una declaración del más cruel humor involuntario (dada la historia breve y agitada de su partido): estaba tan preocupado por alcanzar el 2 por ciento, que no durmió en toda la noche. Aprovechó para leer “Crimen y Castigo”. El Verde ganó el 7 por ciento de la votación, entre la pena de muerte y la promesa de becas. Ya todos conocemos los resultados.
Como ciudadana me planteo –y me agobia- la misma pregunta que seguramente hoy traemos a cuestas millones de mexicanos: ¿Y ahora qué sigue? Votar por uno o por el otro. Abstencionismo. La esperanza de que el voto en blanco pudiera significar un mensaje de rechazo claro y rotundo. ¿Quién se quedará allí en horas de reflexión para descifrar nuestros mensajes? Los que ganaron, ¿estarán celebrando? ¿Imaginando las próximas fichitas a mover en el tablero hacia la presidencia? Los que perdieron, ¿se preguntarán qué necesitamos los mexicanos? ¿O simplemente se preguntan cuál habrá sido esa mala estrategia que los llevó a perder? ¿Les pesa el rechazo ciudadano? ¿O el error de mercadotecnia? Pensar en los costos exorbitantes de las campañas, cuando en México los niños se mueren de enfermedades curables, provoca náuseas. Y esta enojosa situación de impotencia: ¿Irá a ser más de lo mismo? ¿Cómo lo vamos a evitar?
Vi una película muy fuerte y muy conmovedora: “El jardinero fiel”. Quisiera compartirles una escena: la esposa de un diplomático británico sale de un hospital en Kenia después de haber perdido a su bebé durante el parto. En la cama de al lado muere una madre jovencísima que ella conocía, porque con un amigo médico realizaba trabajo de apoyo en zonas rurales marginadas. Su esposo y ella dejan el hospital, en su camioneta protegida por las placas diplomáticas. En la calle es el desorden, el miedo, la mujer reconoce a la hermanita y al hermanito de la joven muerta que caminan con el bebé recién nacido en sus brazos. Le pide a su esposo que se detengan y los lleven hasta el caserío donde viven. En carro son cuatro horas, a pie: “Tendrán que caminar toda la noche”. El marido mira el desastre alrededor y le explica que no va a llevarlos. Hay miles de personas en problemas graves intentando salvarse: “¿Por qué nos detendríamos por ellos?”. Su esposa le responde: “Porque esas son las tres personas que nosotros podemos ayudar”.
Traigo la frase instalada en la cabeza y en el corazón. Me retumba en los oídos. Quizá muchas veces nuestro sentimiento de impotencia crece ante todas esas enormidades que desearíamos, necesitaríamos que cambien. Y que cambien pronto. Y nuestra realidad de individuos es así de humilde (y enorme) como el ejemplo de la película: “Porque esas son las tres personas que nosotros podemos ayudar”. Porque ese o aquel, es el pequeño acto ciudadano que podemos cumplir cabalmente. Porque esta o aquella, es la causa que podemos defender. La reflexión con la que podemos organizar o hacer crecer un proyecto de bienestar colectivo.
La vastedad del deseo de cambio podría paralizarnos. Si pensamos en todo lo que no funciona, se nos cae el Popocatepetl en la cabeza. Pero ¿qué sucedería si la urgencia del cambio la enfrentáramos dentro de lo que sí nos toca? Lo que sí nos es posible. A cada quien su granito de arena. En una cadena que suma millones de seres humanos. Las posibilidades de transformar este país, no son “Ellos”, allá arriba decidiendo. Cualquiera que sea su partido. Somos nosotros, la inmensa fuerza ciudadana exigiendo justicia, rendición de cuentas, cumplimiento de los compromisos que contraen. Apoyando las causas que nos atañen. Comprometiéndonos. Casa por casa y cuadra por cuadra.
Nosotras/os. ¿Qué vamos a hacer? Existe el anhelo de indispensables, de urgentes transformaciones colectivas. Existe el anhelo de indispensables transformaciones individuales. En lo social, “el cambio que transforma”, es la suma de esas millones de transformaciones individuales. Una más otra. Más otra. El cambio de nuestros mapas mentales individuales, de actitudes enraizadas a fondo, de conductas que hemos sostenido por generaciones y por décadas.
Quisiera plantear algunas preguntas, son sólo el principio de una invitación a conversar. Un punto de partida para las preguntas, opiniones, argumentaciones que surjan a lo largo del viaje.
¿Cómo te definirías en tu calidad de ciudadano? ¿Qué es para ti ser ciudadano?
¿Qué proyectos nos permitirían construir una mayor conciencia ciudadana en México?
¿Cómo se ha construido nuestra vivencia de impotencia ante la “clase política”, y hacia dónde podríamos/tendríamos que caminar para resquebrajarla? En la subjetividad (Nuestro imaginario) y en la práctica más cotidiana.
¿Cuáles son para ti los cambios indispensables en el país? ¿En tu Estado? ¿En tu ciudad? ¿En tu colonia y en tu cuadra?
¿Cuáles serían tus prioridades a atender en estas instancias?
¿Cuál crees que debería ser la conducta ciudadana en términos de supervisión de los funcionarios públicos?
¿Cuál crees que deba de ser el tono, el objetivo, de los debates entre ciudadanos simpatizantes (o votantes resignados) de partidos distintos? ¿Cuáles serían el propósito y los límites de la argumentación?
¿Por qué las diferencias políticas se convierten con tanta facilidad en motores de agresión, descalificaciones personales y discriminación de diversos tipos, y no en intentos de comprenderse mutuamente y crear consensos?
¿Por qué con frecuencia la discriminación de clase, la xenofobia, el racismo, la diplomitis, brotan en medio de estas discusiones, aún en reuniones familiares o entre amigos? ¿Por qué necesitaríamos apelar a estos recursos que denigran al otro, ante la diferencia de opiniones que podrían enriquecernos?
¿Por qué en estos debates entre ciudadanos, se insiste en la “superioridad” de un partido sobre el otro, o de una persona que representa ese partido sobre la otra, en lugar de argumentar con respecto a las trayectorias y a las propuestas de los partidos o de sus representantes?
¿Crees que la radio y la televisión privada y pública, deberían ofrecer un tiempo obligado y gratuito de educación cívica, derechos, y ciudadanía, que intente no ser mortíferamente aburrido y estar en pantalla en horarios accesibles?
¿Cómo podríamos como ciudadanos, utilizar esa herramienta de supervisión importantísima que es el Instituto Federal de Acceso a la Información?
¿Existen políticos que te parezcan confiables? ¿Quiénes son y por qué propuestas les has ofrecido o les ofrecerías tu apoyo?
¿A partir de tu experiencia personal, qué consideras que sí funciona bien en México? (Me refiero a instituciones y políticas públicas)
Propuestas concretas en los distintos sectores, para lo que consideras sería el México de tus deseos.
La botella se fue al mar. Nos escuchamos.
Vagón biblioteca: Un país de mentiras, Sara Sefchovich. Los pasos de López, Dos crímenes, Los relámpagos de Agosto, Jorge Ibarguengoitia. La guerra de Galio, Héctor Aguilar Camín. Las cajas, Casi el paraíso, Luis Spota. Sostiene Pereira, Antonio Tabucchi.
Vagón videoteca: El jardinero fiel, Fernando Meirelles. Hotel Rwanda, Terry George. Paris, Cedric Klapisch. La lista de Schindler, Steven Spielberg. Il postino, Michael Radford.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario