Carta Pública

Correo
Arturo Miranda Montero
San Miguelada
Martes, 22 de Julio de 2008

A los prohombres de San Miguel de Allende les pasa como a los celayenses que creyeron hacerse de la Miss Universo: Pura frivolidad. Creen que estar inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial derramará el maná para alimentar sus ansias; piensan recibir dinero del mundo a manos llenas; creen a pie juntillas que el turismo mundial atiborrará los negocios; ya piensan en el incremento de la plusvalía; anuncian oficinas burocráticas para encargarse del alucinante negocio; y como sus políticos se anotan el triunfo como suyo, ya se ven en la cima del poder. Todo merced a una obligación que pujaron por adquirir. Y ahora viene la cruda. Desde luego falta la gran ceremonia pueblerina para anunciar, oficialmente, que las Naciones Unidas están embelesadas y que por ello, el World Heritage Committee, reunido el Quebeq, inscribió junto a otros 18 sitios a la ciudad protectora de San Miguel junto con el Santuario de Jesús Nazareno de Atotonilco. Dos criterios de la Convención adujo el Comité para la villa histórica que protegía el paso tierra adentro y por la magnificencia del Santuario. Así que ni es todo San Miguel ni es sólo su centro, es una parte y es el santuario. El cinturón de pobreza y fealdad que rodea la ciudad (mal de todas las guanajuatenses) puede quedarse esperando a que le salgan uñas y pueda rascarse; la experiencia de otras (Guanajuato, por supuesto) demuestra que los gobiernos no entienden nada del patrimonio y se quedan haciendo obras de relumbrón que hartan la paciencia, agotan el erario y abandonan a los demás, a la mayoría. La pregunta es simple: ¿De qué sirve tener la joya heredada envuelta en miseria? O mejor, ¿a quién le sirve la joya?

Posdata Positos: Días enteros en que nadie se para a trabajar ni de chiste.

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