Especialistas piden “humanizar” a los personajes de la historia para acercarlos a las nuevas generaciones
MIGUEL ÁNGEL SOSA
EL UNIVERSAL
VIERNES 20 DE NOVIEMBRE DE 2009
MIGUEL.SOSA@ELUNIVERSAL.COM.MX
A 100 años de la Revolución y 200 años de la Independencia la gran pregunta es ¿qué celebraríamos en el 2010? Académicos y especialistas refieren que estas dos gestas ya no son referentes ni asideros de identidad para el pueblo de México; el nacionalismo mexicano y los conceptos como “patria” y nación” se desploman ante la globalización y las nuevas tecnologías de la información que diluyen fronteras culturales.
“¿Qué le dice a los jóvenes hoy en día ver en la Plaza Santo Domingo una imagen de La Corregidora o ver una estatua de Francisco Villa el Parque de Los Venados?”, se pregunta Guadalupe Villa Guerrero, nieta del general Francisco Villa e historiadora del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora.
“A los jóvenes les quedan muy lejanos no sólo en tiempo y conocimiento la historia de la Independencia y la Revolución. La generación actual está preocupada por su futuro, ahí están puestos sus ojos, en qué harán mañana”, dice.
Asegura que la identidad del pueblo de México se nutre del recuerdo y del conocimiento que la población tiene de su pasado, pero que para las nuevas generaciones lo más viable sería “humanizar a los héroes y quitar esa historia de bronce que no tiene nada que ver”, pues de eso dependerá que se apropien de su pasado o se olviden de él.
“La mitología sobre la Independencia y la Revolución se han convertido en una serie de teatro distante de figuras que no afectan necesariamente el presente”, dice Ilán Semo Groman, maestro del Departamento de Historia de la Universidad Iberoamericana (UIA).
“Hoy, la memoria de estas gestas representan un pasado pasado y no un pasado práctico”, afirma.
Nos identificamos como mexicanos gracias a un pasado común, dice Patricia Galeana, secretaria técnica de la Comisión Especial Encargada de los Festejos de los Centenarios en el Senado, sin embargo hoy “se reprueba (en las escuelas) historia tanto como matemáticas”.
“Tenemos jóvenes a la intemperie, como una hoja al viento. No tienen asidero, no saben cuáles son sus raíces y se siente perdidos en el espacio”, opina.
Jóvenes, que en palabras Laura Suárez de la Torre, del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, se desenvuelven en un ambiente con “una fragilidad de la identidad mexicana basada en no saber qué somos. Nos asumimos como mexicanos sin el conocimiento de lo que significa eso”.
Beatriz Ureña, coordinadora académica de la División de Humanidades de la Universidad Anáhuac, advierte que durante los últimos años es nulo el interés por despertar el sentimiento de unidad en nuestro país: “Se perdió el interés romántico por el nacionalismo, acompañado por una menor importancia en la enseñanza de la historia”.
Éste no es un fenómeno exclusivo de México, dice, porque la fragmentación de los discursos nacionales es una constante en todo el mundo.
“Ya no estamos regidos por preceptos de la Independencia o la Revolución, debido a que la entrada a la modernidad tiene su impacto. La inserción al desarrollo y la evolución mundial: ese es el camino ahora”, argumenta Ureña.
Un divorcio con el pasado
Hay una diferencia generacional, dice Ana Carolina Ibarra, investigadora del IIH de la UNAM, de cómo las nuevas generaciones se apropian de su histori, y en esta nueva narrativa, los héroes de pedestal, los mitos y las figuras históricas sin errores humanos, “no corresponden a estos tiempos”.
“Miguel Hidalgo, José María Morelos, y los héroes de la Revolución no les dicen nada a los jóvenes mexicanos”, afirma.
Entran en escena, dice, reflexiones sobre temas a la luz de un mundo global, como la soberanía y la autonomía, que difieren en contexto al uso que se les dio en 1810 y 1910.
La fractura entre la identidad nacional y los movimientos se debe a “factores de interdependencia entre las naciones”, en la que se encuentra México, donde las fronteras son eliminadas por medio del uso de la las nuevas tecnologías: “Vivimos en una época de información avasallante, cualquier versión oficial se cae nada más abriendo Internet y sobre todo donde nos allegamos a otras tantas narrativas de todo el mundo”.
La generación actual tiene muchos distractores, dice Suárez de la Torre, vive “el día a día sin preocuparse del pasado ni de su futuro, sino que está comprometida nada más con el hoy y esto le ha hecho perder la dimensión histórica”.
Existe “un divorcio con el pasado”. Vemos, dice, que están más preocupados por el presente, aunque la implicación es que “si desconocen su historia, literatura y geografía, pues no tienen realmente un apego a la realidad, no hay identidad”.
La memoria condensa los actos pasados. La sociedad mexicana del siglo XXI basa sus recuerdos en “los agravios y traumas producidos en la segunda mitad del siglo pasado” y que se “sobreponen al recuerdo independentista o revolucionario”, explica Semo Groman, de la UIA.
Es un pasado “no tan viejo”, es pasado “inmediato”, dice Álvaro Matute, del IIH-UNAM: “Estos periodos hicieron lo que hicieron y se fueron amalgamando, pero las generaciones actuales provienen de pasados más inmediatos”.
Ana Ibarra explica que el aprendizaje de la historia como un “deber ser” está en la historia de los últimos 20 años.
Priva la ignorancia
“La enseñanza de la historia ha tenido omisiones graves y esta ausencia del conocimiento nos ha llevado precisamente a no valorar lo que somos”, dice Suárez de la Torre.
La herencia que hace la población de los actos pasados es lo que da cohesión al pueblo. “Dos siglos después la celebración está presente, aunque deformada por miles de cosas”, opina Josefina Zoraida Vázquez, investigadora del Colegio de México (Colmex).
“Recuerdan todos a Hidalgo, a la Corregidora, a Allende, pero no tienen precisión. Pregunte de quiénes nos independizamos y entonces uno se sorprende de lo que dice la gente”, asegura.
Priva la ignorancia “en la medida en que grandes capas de población no poseen un conocimiento ni siquiera mediano de su pasado”, dice Matute.
La forma en que se enseña la historia en las escuelas no es adecuada y hasta “que vuelvan humanos a los héroes de la Independencia y la Revolución la gente se va a identificar mucho más con ellos, y con el tipo de historia que se sigue contando y que no corresponde a este tiempo”, dice Villa Guerrero.
Somos testigos, en palabras de Semo Groman, de un “spotismo histórico”, o lo que él llama “la historia instantánea como el café, que se olvida más rápido de lo que se consume”.
Ibarra comenta que la crisis se centra en “la excesiva presencia de la clásica historia de bronce” en la que ha sido difícil referirse “humanamente” a la gente de esos periodos y que las generaciones actuales ahora son más críticas para conocer la realidad.
Para poder entender nuestra historia, comenta Guadalupe Villa Guerrero -descendiente directa de “El Centauro del Norte”-, la apuesta debe centrarse en poner a los personajes de la historia en su justo ambiente y verlos como personas reales, con anhelos, con lágrimas y temores... “asumiendo que las ideas continúan y que se siguen construyendo”.
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