El Mañana
En este país, lleno de la magia de nuestros escenarios naturales y la policroma riqueza de nuestras tradiciones y gastronomía, de hombres recios y trabajadores, de mujeres guapas proveedoras de esperanza, la clase política goza de un gran desprestigio que no salva ni a los ex presidentes, quizá uno de los de más gratos recuerdos lo sea Adolfo López Mateos, que convirtió su funeral en la más grande manifestación de duelo popular -junto con la partida de Pedro Infante- en que los mexicanos hayan participado masivamente.
Este artículo refleja la opinión estrictamente personal de este articulista, que durante los últimos 10 años ha vibrado escribiendo sobre política. El viejo aforismo dice que: “En la guerra como en el amor todo se vale”; este sábado leí que el PAN -como parte de sus estrategias electorales-, haciendo suya esta máxima popular, ha tomado la osada decisión de invitar al ex presidente Vicente Fox a participar abiertamente en las campañas políticas, en estados en los que el próximo 5 de julio se elegirá, en algunos de ellos, además de legisladores federales y locales, ayuntamientos y gobernador.
Anteriormente el ex presidente, apoyando a su partido, “capacitó” -el burro hablando de orejas- en temas electorales, a los candidatos de su partido, a los ayuntamientos de San Miguel de Allende, León, Irapuato, Celaya y demás municipios del corredor industrial de Guanajuato. En el 2000, Vicente Fox llegó con el más amplio bono democrático con que un político haya arribado a la presidencia, pero dos fueron sus principales problemas: 1) El protagonismo exacerbado de Marta Sahagún, que la llevó -entre otras cosas- a publicitar el término inexistente de “pareja presidencial”; 2) La falta de oficio político de los actores del gabinete, que nos condujeron a una polarización innecesaria.
Al presidente Fox le hizo falta sensibilidad para pactar la alternancia política, y con ello sentar las bases para las grandes reformas que la nación necesita para insertarse con éxito en la competitividad, se dejó dominar por Martita y por las pasiones políticas, confrontando en vez de trabajar en la tan necesaria unidad nacional.
“El gabinetazo”, encabezado por Fox, olvidó reposicionar las instituciones que sentaran las bases de la gobernabilidad democrática. Antes de él, el reto era democratizar la política; con él en el gobierno, era hacer efectiva y gobernable la alternancia política, trabajando en las asignaturas pendientes de pobreza extrema, generación de empleos, etc., lamentablemente fue incapaz de encontrar las fórmulas viables para la reconciliación nacional y con ellas el buen gobierno.
Fox pudo haber sido un presidente que pasara a la historia en forma decorosa, pero omitió ocuparse de la regeneración del Estado mexicano, de construir los acuerdos que nos llevaran al rediseño institucional del que emanara una eficiente gobernabilidad democrática; la presidencia, por falta de talento e inteligencia para preservar y construir un pacto institucional, nos condujo a la polarización política, que a punto estuvo de quebrantar, en el 2006, la estabilidad nacional.
Con Fox, las expectativas como candidato fueron del mismo tamaño que los desengaños como presidente, tuvo un pequeño error histórico: omitir restaurar el diálogo entre historia y moral, y con ello reconstruir los valores que nutrieron nuestra alternancia. La pregunta es: un hombre que desaprovechó la oportunidad de ser un buen presidente, ¿cuál es el apoyo que puede ofrecer a los candidatos de su partido?
Lo anterior me recuerda la ocasión en la que, durante la visita del Papa, un periodista le pregunta a Fox:
- Se ha entrevistado usted con el Santo Padre, y recientemente sostuvo una entrevista con Bush. ¿Cuál de esas dos entrevistas le gustó más?
- Ciertamente, chiquillo, la que he tenido con el Papa -contestó Fox categóricamente-. ¡¡A él... lo único que tuve que besarle fue el anillo!!
filosofo2006@prodigy.com.mx
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