CAMBIO de MICHOACÁN
La participación ciudadana (PC) es un tema recurrente sobre todo durante los periodos electorales. Es, por razones obvias, un recurso que ponen en juego candidatos y partidos como elemento de sus estrategias para ganar simpatías y votos. Aunque, una vez pasadas las elecciones, el tema es arrinconado en el olvido. O como decía un alto funcionario del gobierno estatal, palabras más palabras menos: “Sí, es importante, pero cuando anda uno de activista es distinto a cuando ya está uno al frente de las responsabilidades públicas. Ya como funcionario es muy difícil, tienes que cumplir compromisos, tomar decisiones y no te puedes esperar ni arriesgar a ver qué dicen los ciudadanos”.
Muy pronto la PC estará en los discursos, en los medios, en las promesas, por eso creo pertinente hacer algunas reflexiones, sobre todo, antes de que desaparezca del escenario.
Por principios de cuentas la PC se ocupa de asuntos de interés colectivo, público, y es necesariamente acción de varios. Puede serlo de muchos o de pocos, pero es a fin de cuentas colectiva y portadora de intereses de ese tipo. Podemos hacer distinciones atendiendo al grado de participación:
Por ejemplo emitir el voto en las elecciones de los gobernantes quizá sea la forma más elemental de participación ciudadana, y una de las de mayor trascendencia social. Sí, es posible que en términos de inversión de esfuerzo sea la más barata para el ciudadano, pero los efectos derivados de este sencillo acto afectan toda la vida colectiva durante un periodo de tiempo más o menos largo, dependiendo si se eligió al presidente de la República, a un senador, un diputado o un presidente municipal.
También podemos analizar la participación ciudadana como un modelo en la toma de decisiones públicas: bajo esta perspectiva la consulta ciudadana corresponde a la forma más simple. Es el caso de los candidatos, o mejor aún, de los gobernantes recién electos que convocan al público a dar sus opiniones para integrar un plan de gobierno. Desde luego no hay nada que los obligue a cumplir, de ahí que las consultas suelen atraer únicamente a los seguidores y simpatizantes.
Un tercer grado de participación ocurre a niveles muy locales cuando la gente decide que quiere para su comunidad, ejido, colonia o calle. Aquí tenemos una forma muy puntual y territorial de impulsar la PC. Tuvimos la oportunidad de seguir muy de cerca procesos de este tipo en Michoacán y Jalisco, y de observar que, una vez superada la natural desconfianza del ciudadano, funciona muy bien. Se propicia la discusión colectiva en la toma de decisiones sobre asuntos de interés muy cercano a la gente (servicios públicos, salud, educación, trabajo, etcétera), desde luego la condición para estos modelos en funciones es que se respeten las decisiones de la gente.
En la misma línea de intereses territoriales cercanos a la gente está el modelo que se basa en el otorgamiento, ya no solamente del poder de decisión, sino en el otorgamiento de recursos para que las decisiones sean llevadas a cabo. En estos casos la PC es colocada ante el gran reto de decidir y llevar a cabo proyectos públicos con recursos públicos que expresamente le son otorgados para que los administre.
Es esta una de las formas, creo yo, más avanzadas de participación ciudadana, pero también una de las más riesgosas. Requiere de mucha honestidad, de mucho apoyo técnico y de mucha capacitación a fin de que se asegure el éxito de los proyectos.
Lo importante es poder decidir, tener los recursos para llevar a cabo las decisiones y contar con el apoyo técnico y de capacitación para que la solución de los problemas colectivos con participación ciudadana se convierta en mucho más que eso. Es decir, debe ser una oportunidad de educación cívica y de crecimiento social.
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