sábado, 21 de febrero de 2009

De la hemeroteca

Y por fin, la hora de recreo

Entre tesoros de la arqueología, juego de las escondidas, insultos, regocijo...

JUAN MANUEL VENEGAS ENVIADO
La Jornada
SABADO 9 JUNIO 2001


Xi'an, 8 de junio. En la región montañosa de Xi'an, entre el Palacio de Huan Ching y el Museo de los Guerreros y Caballos de Terracota, los colaboradores e invitados del presidente Vicente Fox -inspirados por Jorge Castañeda- jugaron a las escondidas entre las figuras de cerámica; un funcionario de Tv Azteca le dijo "mamón" al embajador de México en China, Cecilio Garza, y Martha Sahagún... pidió tres deseos.

Fue el penúltimo día del periplo foxista por Asia y el tercero por territorio de la República Popular China, que despunta entre las economías del mundo por el desarrollo y modernidad que relumbran en Shanghai y Pekín, y mantiene vivas su historia, tradiciones, leyendas, formas e imágenes milenarias... también para el mundo.

Como aquí en Xi'an, donde pareciera -por momentos- que el tiempo se ha detenido... y donde el presidente Fox promovió los microcréditos.

Los que no se detuvieron fueron los integrantes de la comitiva del mandatario y algunos de sus invitados. Sí, porque al amparo de las puertas que se abrieron en ocasión de la visita del jefe de Estado mexicano, hasta las figuras de los Guerreros de Terracota -consideradas ya la octava maravilla del mundo- estuvieron en riesgo. Sí, porque nadie puso orden y cuando alguien lo intentó -caso del embajador Garza-, fue maltratado por el vicepresidente de Televisión Azteca, Jorge Mendoza: "¡Ya, quítate de en medio! ¡Estás asumiendo una actitud muy mamona!"

Tras el regaño, el diplomático mejor optó por el bajo perfil en el resto del recorrido y quién sabe si algo tuvo que ver el incidente, pero el caso es que ya no apareció en la comitiva del mandatario en el traslado a Shanghai, última etapa de la gira.

Si el emperador lo hubiera visto...

Hace más de 2 mil 200 años, dicen los estudios arqueológicos e históricos, el emperador Qin Shihuang dispuso la creación de un ejército de terracota (especie de barro que al ser sometido a altas temperaturas alcanza la solidez de una roca) para que, al morir, lo acompañara en su sepulcro y cuidara de su espíritu e imperio.

Las figuras de los guerreros y caballos, de tamaño natural, fueron enterradas a una distancia de 1.5 kilómetros del mausoleo que guarda sus restos, ubicado a unos seis kilómetros del actual distrito urbano de Lintong, municipio de Xi'an.

Descubiertas en 1974 por campesinos del lugar que cavaban un pozo, hoy son ya 8 mil las figuras -entre guerreros, caballos y armas- que se exhiben en el majestuoso museo de tres fosas, resguardadas cada una bajo los techos y paredes de hermosos salones que, entre jardines y pagodas, realzan este hermoso complejo turístico-arqueológico de 52 kilómetros cuadrados.

Y aquí, en la llamada Fosa Uno, de 14 mil 260 metros cuadrados y una profundidad de entre 4 y 6.5 metros, mientras el presidente Fox escuchaba atento la historia del hallazgo -"uno de los más importantes para la arqueología del siglo XX"- y era de su conocimiento la "formación de batalla" en que fueron enterrados los guerreros y sus caballos, aparecía el desparpajo de la comitiva.

Fox, que llegó aquí dejando atrás su discurso de promotor empresarial y de negocios para el nuevo México, dando preferencia todo el día a la parte cultural, ni se enteró de lo que hacían sus propios guerreros que pusieron a temblar a los soldados de terracota, ante la atónita mirada de los responsables del museo.

No fue sólo la pose para la foto del recuerdo, que se vale; no fue sólo el intento de aparecer siempre cerca del Presidente, como suele ocurrir, todavía, entre los funcionarios; no fue sólo la presencia de decenas de reporteros, locales y mexicanos, rodeando al mandatario... no, esta vez fue el cotorreo con que los invitados de Fox tomaron la visita a Xi'an, lo que pudo haber provocado algo que ni 2 mil años consiguieron: hacer caer a los guerreros de la dinastía Qin.

Cuando se abrió la fosa para que el Presidente de México admirara de cerca las figuras de cerámica, formadas en filas de cuatro, a menos de 40 centímetros una de otra, no hubo quien parara a los convidados:

Los primeros que se atrevieron -muy sonrientes, eso sí- a intercalarse entre los Guerreros de Terracota fueron el canciller Castañeda y la conductora de Televisa Adela Micha -una de las invitadas especiales a esta gira-, que pedían divertidos al fotógrafo de la presidencia, Alfonso Murillo, dirigir su lente hacia donde ellos posaban abrazando las figuras, asomándose por sobre sus hombros, jugando a esconderse entre las sombras del ejército del emperador.

A ellos se sumaron pronto, gustosos, desenfadados, la presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), Sara Bermúdez; el coordinador de Imagen de la Presidencia, Francisco Ortiz, y el presidente y el vicepresidente de Televisa, Emilio Azcárraga Jean y Bernardo Gómez, respectivamente.

A propuesta de Ortiz, encontraron una posición para salir todos juntos: un guerrero, y atrás Azcárraga; otro guerrero, y atrás Castañeda; uno más, y seguía Micha... y así, ya todos en filita, Castañeda gritó a un reportero de la fuente que tomaba sus propias imágenes: "¡Andale, Mayolo!".

El reportero, para no ser grosero, accedió a la petición del entusiasmado secretario de Relaciones Exteriores. Y una, y otra, y otra fotografía más. "¡Orale, Mayolo!", pedía también Ortiz.

"Estos... ¡Van a tirar uno... vas a ver!", indicó por ahí, más entretenido que preocupado, el también conductor Eduardo Ruiz Healy, otro de los comunicadores invitados, que todo el tiempo estuvo cerca del Presidente.

Para entonces, en unos pocos minutos, otros asistentes y colaboradores de invitados y comitiva de Fox se habían sumado a la diversión.

Nadie los pudo detener. Nadie les llamó la atención. Sólo el intento del embajador Garza, quien consciente de la ofensa y la falta de respeto quiso limitar el acceso a la fosa... ¡pero así le fue! Porque no sólo Mendoza lo rechazó con el exabrupto aquel de "las mamadas"; también Azcárraga Jean se encargó de "ponerlo en orden", secundando al funcionario de la televisora del Ajusco:

"Ya párale, esto no es un antro para que tú estés diciendo quién entra y quién no", le dijo el hombre fuerte de Televisa al embajador de México en Pekín, quien sin remedio se hizo a un lado.

Otro enviado, que desde la tribuna presenció toda la escena, comentó, entre bromas y veras: "¡imagínate que el emperador hubiera visto esto! ¡Y quién los viera, eh, tan desmadrositos!".

Bermúdez, como la selección

El recorrido de Fox siguió por las fosas Dos y Tres. Ya todo era un verdadero relajo, con los reporteros tratando de seguir la explicación que le hacían al Presidente, pero distraídos por las diabluras de los integrantes de la delegación mexicana.

Por ahí, en la Fosa Tres, la presidenta del Conaculta se aproximó al mandatario: "¿por qué no les propone (a los chinos) que los apoyemos en las tareas de restauración?", pidió al Ejecutivo federal.

-¿Qué me dices? -devolvió el mandatario, sin poner mucha atención a su colaboradora, que de todo y por todo sonreía.

-Que les diga que los podemos apoyar en la restauración de los Guerreros de Terracota; ¡los mexicanos estamos considerados de los mejores a nivel mundial para este tipo de tareas! -insistió Bermúdez.

Fox, que caminaba con su hija Ana Cristina al lado, le contestó, sonrisa de por medio: "ya estás como los de la selección de futbol, siempre dicen eso mismo".

La directora del Conaculta no reaccionó más que con una risa. Pero el mandatario finalmente la complació: "no te creas, hombre, ahorita se los digo". Y Sari Bermúdez se alejó, satisfecha, a seguir con la diversión, no sin decir al reportero: "tienes que poner eso: que sí nos respaldó. La verdad estamos considerados entre los mejores del mundo para restaurar piezas arqueológicas''.

Los tres deseos de Sahagún

Luego de la visita al museo de los Guerreros y Caballos de Terracota, el mandatario y sus acompañantes se trasladaron al Palacio de Huan Ching, monumento viviente de la dinastía Yang enclavado en las montañas de Ling Tong.

El Presidente conoció aquí la bañera del emperador, enorme alberca en forma de flor de loto, que también significa -le dijo el guía- ''amor, longevidad y vida eterna''.

Lluviosa, fresca la tarde en la montaña, se contó la leyenda: al agua de la bañera del emperador hay que arrojar una moneda y pedir un deseo... por la bondad y gracia del emperador se te concederá.

Fox siguió escuchando, atento. Asombrado, sin duda, por tantas y tantas historias. Cerca de él, la vocera de la Presidencia, Martha Sahagún, lo invitó a cumplir con la tradición, antes de abandonar la sala: "¡Te falta arrojar la moneda y pedir un deseo!".

Y extendió la funcionaria la mano derecha, para arrojar su moneda, poniendo el ejemplo. "Ya ves, ni la llegas", alcanzó a decirle el mandatario, complaciente, pero sin detenerse.

-¡Cómo no, si ya llevo hasta tres! -devolvió contenta la vocera, que no quiso, claro, revelar sus deseos, "para que se me cumplan".

Microcréditos en las montañas de Xi'an

El camino del presidente Fox por esta región montañosa de Xi'an llegó hasta la aldea de Shi Yang, donde un grupo de campesinas integrantes de la Federación de Mujeres de China lo recibió en una escuela primaria de la localidad para explicarle cómo funciona entre la población el sistema de microcréditos.

Especial atención puso el mandatario en toda la explicación que le ofrecieron las mujeres de Shi Yang... y especial tratamiento pidió después Martha Sahagún que se diera al hecho, sobre todo porque el próximo miércoles, ya de vuelta en la ciudad de México, el presidente Fox hará el anuncio formal del arranque de un programa de microcréditos para todo México, sus alcances y objetivos...

Con este "ejemplo" desde las montañas, de que los microcréditos -y por supuesto los microchangarros- son un buen antídoto contra la pobreza, Fox dejó la imagen de la China milenaria y se trasladó a Shanghai, que es en contraposición, la imagen del auge económico y la modernidad de esta nación.

Y atrás quedaron los Guerreros de Terracota y el Palacio de Huan Ching y los saludos de turistas españoles y estadunidenses que identifican bastante bien al mandatario mexicano... y el encuentro de una familia de Guadalajara que recorre y reconoce la historia de este país.

Atrás quedó, pues, la escala cultural de la gira del Presidente por Asia, en la que -ni modo- la nota la dieron sus propios guerreros.

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