Por: Luz Elena Galindo García,
Sábado, 04 de Agosto de 2007
Correo
La ciudad de Guanajuato se construyó sobre una cañada, rodeada de cerros y montañas y desprovista de los mantos acuíferos que tienen las llanuras del bajío, desde sus orígenes padeció escasez de agua potable y prolongadas sequías.
Durante más de tres siglos las aguas de la población no fueron potables, solamente las familias adineradas eran las que mandaban traer agua de los manantiales de Chichíndaro y Calderones, pero debido a que muchas personas no podían hacer lo mismo varias generaciones crecieron enfermizas, tanto con parasitosis, tifoidea y viruela, y con epidemias como la de 1736, llamada Matlazáhuatl, donde eran tantas las personas que morían, que pasaban en una carreta por ellas, para después ser enterradas en una fosa común.
Los primeros pobladores españoles fundaron haciendas de minas, quienes al requerir agua, tanto para los patios de arrastre, como para los animales y trabajadores, empezaron con cavar profundas norias a la orilla del río. Cuando esa medida fue insuficiente, almacenaron agua de lluvias con pozos superficiales que cavaron en las cañadas de los cerros.
Así también para retener el agua de lluvia los habitantes construyeron en sus haciendas y casas, pozos, pilas, aljibes y cisternas, las autoridades, a su vez, construyeron presas, horadaron pozos, etcétera, pero es hasta 1832 cuando el C. Marcelino Rocha, propone al Ayuntamiento la introducción del agua potable a la ciudad, canalizándola hacia las fuentes. Posteriormente mandó construir las cajas de agua.
Durante el gobierno porfirista son construidos la Presa de la Esperanza, el filtro tinaco de San Antonio y el Túnel del Coajín, éste ultimo de gran importancia para evitar más inundaciones.
Hasta el año de 1955 es cuando inicia la operación de la planta de tratamiento de agua proveniente de la presa de la Soledad junto al tinaco del cerro de Valenciana garantizando que la población tendría agua que consumiría sin miedo a enfermar. La población aumentaba dificultándose el suministro de agua, en 1983 hubo necesidad de hacer estudios geo-hidrológicos para localizar mantos acuíferos, encontrándolos en las zonas de Puentecillas y Ciénega del Pedregal, iniciando la primera batería de pozos. Esto último parecía ser la mejor solución, pero el panorama actual nos indica que no es así.
En el plano topográfico de la ciudad de Guanajuato basado en el de Lucio Marmolejo del año de 1866, existían 29 presas, de todas esas sólo quedan once, tres de ellas están en peligro de desaparecer, en varias de ellas hay descargas de drenajes y basura tanto en ellas como en sus cauces, y todas están azolvadas. De las desaparecidas sólo mencionaré dos, la del Saucillo que se encuentra aterrada y sobre ella se pusieron algunas construcciones. Cuando cayó una fuerte lluvia el agua rebasó sus bordes inundando las primeras casas; y la de Zaragoza, ubicada en el Paseo de la Presa de la Olla, antes Hotel Orozco, como el agua siempre reconoce sus cauces naturales durante una fuerte tromba el agua inundó el jardín y la invaluable biblioteca “Emilio Uranga” (cuyo rescate fue largo y difícil) que en ella se encuentra.
Las bóvedas subterráneas por donde pasa el agua están tan azolvadas por el aluvión que corremos el riesgo de inundarnos cuando haya una gran avenida de agua, es necesario revisar todos los conductos para limpiarlos y tirar el azolve lejos de ellos.
Las cajas de agua y los acueductos están destruidos, tanto las fuentes como los hidrantes ya no surten de agua a la población, las cañadas están invadidas por asentamientos humanos, tanto regulares como irregulares, en las casas antiguas, los aljibes y las pilas están secos. Aún existen cisternas de grandes dimensiones, como en el Teatro Juárez, la Ex Hacienda de San Gabriel de Barrera, el Museo Iconográfico y el Congreso, es importante mencionar que en este último se almacena el agua de lluvias, surtiendo a dos tinacos, utilizándola para los sanitarios y en época de “cortes” para la limpieza.
El que no conoce su historia está condenado a repetirla y la memoria colectiva ha olvidado que de 1704 a 1905, hemos padecido 19 inundaciones, la más terrible el día primero de julio de 1905, con una altura de dos metros de nivel de agua ocasionado por el desbordamiento de la Presa de San Renovato y la insuficiente capacidad hidráulica del túnel que la comunica con la Presa de la Olla.
El estado de Guanajuato es considerado por la Comisión Nacional de Agua como uno de los de mayor sobre explotación de mantos acuíferos, sus reservas subterráneas están mermadas, no hay un equilibrio entre la que se extrae y la que se recarga, aunado a la deforestación que impide dicha recarga. Las presas han perdido su capacidad de almacenamiento, no sólo por el arrastre natural, lo cual las azolva, sino además por la cantidad de basura que la gente, por su irresponsabilidad, tira en cualquier cuerpo de agua, llámese río cañada, mar, laguna, sin que les importe las consecuencias.
Carentes de una cultura de agua congruente con nuestra realidad, no tenemos un programa continuo y efectivo de mantenimiento para los cuerpos de agua. Es urgente hacer una revisión de la Ley de Aguas Nacionales y replantear la necesidad de una descentralización que permitan tanto al gobierno estatal como al municipal, ampliar sus facultades y responsabilidades.
Este vital líquido se ha convertido en algo más valioso que el oro, las gemas, el petróleo, por él habrá guerras y sin él no habrá vida.
En una declaración del día 9 de marzo del presente año en el periódico Correo, el gerente del Consejo Técnico de Aguas Subterráneas (COTAS) Héctor Hernández, urgió a la ciudadanía a no desperdiciar el agua, la importancia de recuperar las zonas de recarga para que haya una mayor filtración de agua advirtiendo que de no realizar estas acciones se seguirá extrayendo el agua a grandes profundidades a más de 400 metros en zonas geológicas con alto contenido de metales pesados como arsénico y plomo.
Tanto la reforestación, como el saneamiento y la reutilización del líquido tendrá que ser parte de los nuevos proyectos hidrológicos y de la nueva cultura del agua, ya que no podemos hablar de un verdadero desarrollo sustentable mientras no existan las políticas adecuadas y se prioricen proyectos que no benefician a la mayoría.
El doctor Manuel Anaya Garduño ( Premio de Ecología y Medio Ambiente 2004 de la Fundación Miguel Alemán) declara que de aprovechar el 3% de agua de lluvia que cae en México, sería posible abastecer a los 13 millones de mexicanos que no cuentan con agua potable.
Como una alternativa viable, es la captación de agua de lluvias, para que cuando caigan esas lluvias torrenciales en vez de inundarnos, nos permita almacenarla y reutilizarla, esto también permitirá que los mantos freáticos se estabilicen y que la calidad del agua subterránea mejore. Hay países que ya lo están haciendo: en España, Tailandia y Singapur, existe un marco legal y normativo que obliga a la captación de agua de lluvia de los techos y en Bangladesh se detuvo la intoxicación por arsénico con la utilización de sistemas de captación de agua de lluvia para uso doméstico.
Dejar correr el agua de lluvia es un lujo que no debemos permitir más.
Bibliografía
Derecho ambiental y tecnología, Revista Febrero-Marzo 2007.
El agua en la ciudad de Guanajuato, problema de siglos. Proyecto Puentecillas 1983, Gobierno del Estado de Guanajuato.
Las fiestas de San Juan y presa de la Olla, Isauro Rionda Arreguín, presidencia Municipal de Guanajuato Abril 2002.
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